El futuro del manejo del agua en los Andes, podría estar en nuestro pasado prehispánico, con una propuesta de probada eficacia. Se trata de las amunas, un antiguo sistema de «siembra» y «cosecha» de agua.
La «champería» se ha iniciado. Al compás de la tinya (tambor) y del wakra (trompeta), decenas de hombres y mujeres de la comunidad de Tupicocha, en la parte alta de la cuenca del Lurín, se dejan llevar por la música, el baile y los gritos. Rindiendo culto a la Mamacatiana y al Taytapincollo —los dueños o cuidadores del agua—, limpian canales y acequias que forman parte de las amunas, un antiguo sistema de «siembra» y «cosecha» del agua.
Según algunos especialistas, el término amunas provendría de la palabra quechua amuy, que significa «retener».
Y es precisamente eso lo que realizaban los pobladores altoandinos en tiempos preincaicos: desviar el agua de las lluvias hacia acequias especialmente construidas con este fin, para luego «sembrarla», es decir, filtrarla hasta la roca del subsuelo o el acuífero. Meses después, en época de estiaje, el agua reaparecía en la parte media o baja de la cuenca, en forma de manantiales o arroyos, lista para ser utilizada en las actividades agropecuarias. Es lo que se conoce como «la cosecha del agua».
En el estudio «Las amunas de Huarochirí » —del que es coautor el economista Andrés Alencastre, del proyecto Gestión Social del Agua y Ambiente de Cuencas (GSAAC)— se explica el funcionamiento de este sistema de captación y almacenamiento de agua en la sierra alta de Lima, desde el momento en que se «roba» el agua de la quebrada, para llevarla por las acequias amunadoras y depositarla en suelos permeables, hasta su «cosecha», varios meses después, en plena época de estiaje. Tal sistema es hoy posible, en parte, gracias a que hace veinte años los lugareños construyeron una serie de pequeños reservorios que actualmente almacenan de 20 mil a 100 mil metros cúbicos. «Tardamos ocho años en lograrlo, pero lo hicimos con el esfuerzo de la comunidad y utilizando técnicas propias», recuerda Teodoro Rojas Melo, alcalde de Tupicocha.
Fuente: La Revista Agraria